¿Para qué sirve una prueba de esfuerzo?
La función de una prueba de esfuerzo es doble. Por un lado, descartar algunas patologías. Por otro lado, medir algunos parámetros fisiológicos que resultan de gran utilidad para diseñar un plan de entrenamiento personalizado.
En este artículo voy a explicaros la funcionalidad de las pruebas de esfuerzo desde el punto de vista del entrenamiento.
Antes de continuar, conviene aclarar que el hecho de pasar una prueba de esfuerzo no te capacita para realizar cualquier tipo de reto deportivo. Debes seguir un plan personalizado y respetar los principios del entrenamiento deportivo. Llevar tu cuerpo al límite, una y otra vez, saltándose fases, no es bueno.
Una vez aclarado esto, conviene tener en cuenta que existen distintas pruebas de esfuerzo, con protocolos y características diferentes. Dependiendo del deporte y de las características personales, habrá que seleccionar una prueba en concreto.
Un poco de fisiología:
En cualquier caso, con la realización de una prueba de esfuerzo se pueden obtener algunos parámetros muy importantes. El VO2 máx, la VAM, o el umbral anaeróbico son algunos de ellos. Si no has leído nada sobre el tema, tienes un enlace en cada uno de ellos, para saber qué son y cómo funcionan.
A partir de estos parámetros fisiológicos se pueden determinar fácilmente las zonas o ritmos de carrera. Es decir, la intensidad a la que hay que correr. Para esto, habrá que controlar tres elementos. El primero, la frecuencia cardíaca. Sencillo si llevas un pulsómetro. El segundo, el ritmo de carrera. Y el tercero, las sensaciones. Este tercer elemento da el ajuste final al entrenamiento.
En el plan de entrenamiento se programan los ritmos y los volúmenes de trabajo, pero hay muchos factores que pueden modificar la respuesta del organismo a una misma carga de entrenamiento, en un momento concreto. La temperatura, la humedad, la fatiga previa... Recuerda que la frecuencia cardíaca varía de un día para otro, incluso al mismo ritmo, y que se ve afectada por factores emocionales.
Un poco de fisiología:
En cualquier caso, con la realización de una prueba de esfuerzo se pueden obtener algunos parámetros muy importantes. El VO2 máx, la VAM, o el umbral anaeróbico son algunos de ellos. Si no has leído nada sobre el tema, tienes un enlace en cada uno de ellos, para saber qué son y cómo funcionan.
A partir de estos parámetros fisiológicos se pueden determinar fácilmente las zonas o ritmos de carrera. Es decir, la intensidad a la que hay que correr. Para esto, habrá que controlar tres elementos. El primero, la frecuencia cardíaca. Sencillo si llevas un pulsómetro. El segundo, el ritmo de carrera. Y el tercero, las sensaciones. Este tercer elemento da el ajuste final al entrenamiento.
En el plan de entrenamiento se programan los ritmos y los volúmenes de trabajo, pero hay muchos factores que pueden modificar la respuesta del organismo a una misma carga de entrenamiento, en un momento concreto. La temperatura, la humedad, la fatiga previa... Recuerda que la frecuencia cardíaca varía de un día para otro, incluso al mismo ritmo, y que se ve afectada por factores emocionales.
Zonas de entrenamiento
Lo más sencillo para entender cómo funcionan las zonas de entrenamiento es verlas en una ilustración. En ésta, he puesto cinco posibles zonas. Los ritmos bajos, medios y altos desarrollan la resistencia aeróbica. Por encima de estos ritmos se incrementa la participación de la vía anaeróbica.
Es importante que sepas que intensidad requiere la prueba en la que participas. Por ejemplo, un 10.000 puede hacerse ligeramente por encima del umbral anaeróbico. Aunque esto depende de muchos factores como el nivel de entrenamiento. Además, no es lo mismo tardar poco más de media hora que 50 minutos.
El entrenamiento en cada zona provoca unos efectos concretos sobre el organismo. Quemar grasa, mejorar la capacidad aeróbica, la potencia aeróbica, subir el umbral anaeróbico, mejorar la capilarización, el número de mitocondrias… De los efectos de cada intensidad y en qué zona hay que empezar a entrenar y de cómo progresar, ya hablaré en otros artículos.
Así que ya sabes, si quieres conocer con máxima precisión tus zonas de entrenamiento, una prueba de esfuerzo te aporta mucha información. Además, incluso se puede estimar la marca de competición. También puedes valorar los progresos del entrenamiento si comparas los resultados con las pruebas anteriores. Sabrás lo que hay que mejorar y podrás ajustar los ritmos de las series y los rodajes, sin ir pasado de revoluciones.
Recuerda que un plan de entrenamiento se diseña a partir de tus características o capacidad funcional inicial, no de la marca que te gustaría hacer. De hecho, es frecuente establecer el ritmo de carrera en función de la marca objetivo. Esto puede conducir a entrenar a ritmos muy por encima de las posibilidades reales. La mejor forma de establecer el ritmo de carrera, en cualquier método de entrenamiento, es a partir de la capacidad funcional del deportista.
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Recuerda que un plan de entrenamiento se diseña a partir de tus características o capacidad funcional inicial, no de la marca que te gustaría hacer. De hecho, es frecuente establecer el ritmo de carrera en función de la marca objetivo. Esto puede conducir a entrenar a ritmos muy por encima de las posibilidades reales. La mejor forma de establecer el ritmo de carrera, en cualquier método de entrenamiento, es a partir de la capacidad funcional del deportista.
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